Así como el arte es la más sublime expresión del alma universal, la bella Oaxaca es hoy día centro cultural por excelencia y prolífica cuna de singulares artistas, célebres y controvertidos, quienes surgen de nuestra tierra y se proyectan al firmamento, brillando sus obras con luz propia, cuya esencia emana de la trama de las telas, de los surcos del papel, de las vetas de la madera para amalgamarse en oníricos colores con las profundas tradiciones de culturas milenarias y apasionados sentimientos de los pueblos oaxaqueños.
Arte de Oaxaca se ha esforzado, durante mas de cuatro lustros, en develar las diversas expresiones del arte oaxaqueño, realizando una labor incansable de búsqueda, descubrimiento, impulso y proyección de destacados artistas cuya obra es ahora universal, logrando una verdadera identificación de importantes valores de las artes visuales oaxaqueñas, quienes muestran al mundo, nuestro pueblo y nuestra cultura desde su narrativa visual.
Nuestra Misión es conseguir que la mirada de la humanidad vire hacia esta fuente de expresión del espíritu de Oaxaca, cuya riqueza rebasa los límites de la conciencia.
LUZ DE OAXACA / Rodolfo Balzarotti
Oaxaca, con su sugestivo nombre precolombino, es una bellísima ciudad de estilo colonial, ubicada en el homónimo estado del cual es capital, en el sur oeste de México, no muy lejos de la costa del Pacífico, en el punto de encuentro de tres valles – Etla, Zaachila y Tlacolula, nombres que indican otros sitios monumentales de cultura Zapoteca y Mixteca. Asimismo, ricos son los testimonios de la primera colonización española, con las misiones dominicanas diseminadas en toda el área.
El centro histórico de Oaxaca es uno de los más bellos de todo México y es uno de los destinos turísticos más renombrados del país. Aún así, una belleza y un valor histórico conservados únicamente para el turismo serían poca cosa, si no existieran lugares capaces de transformar la tradición y la belleza en una conciencia cultural viviente. Uno de estos lugares es la Galería Arte de Oaxaca, ubicada en el corazón del centro histórico, en un viejo edificio del ‘700. Al cruzar el umbral, nos encontramos ante un elegante patio, alrededor de cual se desarrollan las salas de la galería en tres niveles. De inmediato, el visitador percibe una atmósfera familiar, un clima de cordialidad y de gran profesionalidad al mismo tiempo, sobre todo por lo que respecta al adorno, lleno de luz que valorizar las obras expuestas. Este conjunto testimonia, más que una gestión empresarial eficiente, un profundo amor por el artista y su obra.
Si examinamos el catálogo de la galería, nos percatamos de que la elección de los autores nace en primer lugar de una estima profunda, no casual por los autores y su trabajo. Cualquier europeo que quiera tener una idea no superficial de la sensibilidad y del alma de México de hoy y de siempre así como de la cultura oaxaqueña en especial, aquí tiene la posibilidad de encontrar su destilado precioso. Galería Arte de Oaxaca no sólo es un lugar en donde también los grandes artistas locales y nacionales encuentran hospitalidad, sino también es “tierra de cultivo” que sin duda ha favorecido, como veremos, el crecimiento y el desarrollo de jóvenes talentos.
Cabe destacar que Oaxaca es uno de los centros de producción artística de México más importantes, sobre todo gracias a la escuela creada en este lugar por el gran talento de Rufino Tamayo, indiscutible maestro protagonista del arte mexicano de la posguerra, que supo dialogar no como subalterno sino como comprimario con los artistas norteamericanos de su generación, y que contribuyó mucho a la renovación del lenguaje del arte internacional.
En especial, otro nombre excelente de la pintura oaxaqueña relacionado con la galería es el de Rodolfo Morales, artista que falleció hace no mucho tiempo, cuyas obras se encuentran por todo México. Él pudo crear una continuación entre las generaciones de la segunda guerra mundial de forma absolutamente original. Su arte, de estilo figurativo y a veces monumental, tiene un carácter onírico y épico que remite al tesoro de las memorias comunes de la gente de Oaxaca. Sin duda, la relación con Morales representó un momento crucial en la historia de la galería, que él compartió sobre todo a través de su dedicación al estudio, a la conservación y valorización del patrimonio tradicional de la región de Oaxaca. Tras el fallecimiento del maestro, al cual está dedicada una sala de exposiciones permanente de la galería, se constituyó una Fundación que promueve este patrimonio a través de la restauración de importantes monumentos del pasado colonial y precolonial.
Sin embargo, si consideramos a otro artista eminente de la galería, Francisco Toledo, que nació en 1947, encontramos la misma actitud, el mismo espíritu, la misma preocupación por establecer una continuación entre pasado y presente, una exigencia de reconstruir el tejido de la tradición y de renovarlo. Este artista también se distinguió por haber fundado instituciones para la recuperación del patrimonio cultural, entre ellos una biblioteca para los no videntes y un centro de fotografía y una fonoteca que enriquecen el panorama cultural de la ciudad de Oaxaca. Su arte, que sobresale en la litografía y en la incisión, tiene un corte fuertemente expresionista, con cierto matiz de humor negro.
En cambio, Abelardo López, más joven que él de diez años, egresado de la escuela fundada por Tamayo, ha dedicado su obra al paisaje mexicano que él sabe evocar con imágenes límpidas, esenciales y solemnes, con cromatismos de una luminosidad gloriosa. Diría el artista “algo no visto sino inventado”, en donde la palabra “inventar” tiene el sentido originario de "descubrir", "encontrar" algo más allá de la apariencia normal de las cosas.
Rolando Rojas es el más joven de la generación del grupo. Se trata de un artista que inventó un repertorio original de formas biomorfas, entre el hombre y el animal, capaces de evocar mitos y leyendas del mundo de su infancia impregnada de cultura zapoteca.
Amador Montes es un nuevo artista, aún más joven, promovido por la galería. En efecto, Montes es casi un pintor autodidacta. Recibió su formación en el campo de la gráfica, pero supo desarrollar su extraordinario manejo del trazo y su natural elegancia caligráfica hasta llegar a construir un mundo pictórico de gran encanto y belleza, juntando el trazo gráfico muy elaborado con amplias extensiones de pigmentos de colores luminosos que él llena de señas a través de la incisión. Pese a las grandes dimensiones de sus obras, él nos presenta imágenes encantadoras y preciosas que recuerdan la pintura de Paul Klee en algunos aspectos. Su universo imaginario es poblado de insectos-símbolos, figuras emblemáticas en las cuales es probable que el joven artista se identifique, como para dar objetividad a su genio pictórico. Es posible que por eso la galería haya decidido apostar por este talento muy joven y emprender otra empresa de gran valor y calidad, la bellísima monografía Amador Montes, artífice oaxaqueño.
Es una obra de la que nos gusta hablar, no sólo por sus méritos intrínsecos sino también porque nos da la posibilidad de mencionar la actividad editorial de la galería y la actividad expositiva (que incluye también una colección de libros para la infancia, demostración de su profunda sensibilidad educativa). La publicación, llevada a cabo enteramente por la dirección y los recursos de la galería, es un ejemplo de cómo se puedan valorizar a los artistas con amor y dedicación. En efecto, no se trata de una monografía de arte común y corriente, acompañada por una introducción crítica y un catálogo de las obras. Más bien, el libro es una continuación, una especie de caja de resonancia de la obra de Amador Montes. Teniendo en cuenta la íntima naturaleza gráfica de su talento, que se sirve del lienzo como si fuera una página para escribir palabras, trozos de frases o textos enteros, me parece que este libro sea una especie de código de miniatura. Sus páginas se configuran como una obra de arte independiente, estudiada atentamente en su forma, en los equilibrios entre espacios blancos, textos e imágenes reproducidas e incluso con la organización de las páginas que siguen y que preceden. Lo más importante es que las imágenes de Montes – micro-macrocosmos de insectos estelares, están acompañadas por dos series de textos: prosas, cuentos, historias de Abelardo Gómez Sánchez y poesías de Araceli Mancilla. Sin ninguna relación directa o explícita con las imágenes, la palabra logra construir alrededor de las imágenes lo que podría definirse una caja de resonancia, una amplificación que introduce al lector en un espacio estereoscópico, hecho no sólo de forma, color, señas y trazos, sino también de tiempo y memoria.
Arte de Oaxaca es entonces mucho más que una galería, es un verdadero lugar cultural. En efecto, en el texto de presentación que encontramos en el sitio de Internet se puede leer: “Arte de Oaxaca se ha esforzado, durante más de cuatro lustros, en develar las diversas expresiones del arte oaxaqueño, realizando una labor incansable de búsqueda, descubrimiento, impulso y proyección de destacados artistas cuya obra es ahora universal, logrando una verdadera identificación de importantes valores de las artes visuales oaxaqueñas, quienes muestran al mundo, nuestro pueblo y nuestra cultura desde su narrativa visual. Nuestra misión es conseguir que la mirada de la humanidad vire hacia esta fuente de expresión del espíritu de Oaxaca, cuya riqueza rebasa los límites de la conciencia”.
Ahora bien, cabe mencionar una última cosa. Última pero no menos importante. Una empresa cultural de esta envergadura, es decir, una empresa que tiene un alma, sólo puede surgir de una iniciativa personal, de una voluntad y de una pasión. La iniciativa humana, económica, social de esta empresa reside en su contenido: la belleza.
CASA DE MURGUÍA N° 105, GALERÍA ARTE DE OAXACA
La casa que ahora alberga a la Galería Arte de Oaxaca es parte de un edificio completo construido en el siglo XVIII conformado por la actual galería de arte y por la casa colindante al oeste que hace esquina con la calle 5 de Mayo.
La fachada consta de herrería forjada con balcones corridos sobre cornisas de cantera labrada de proporciones únicas y que representa elementos de la casa auténtica oaxaqueña.
El acceso principal de sur a norte de la casa de Murguía 105, termina en un segundo patio propio para caballerizas recubierto de cantera con balcones corridos de viquería y refuerzos en mensuras de herrería.
Aún existe un pozo que cuenta con una herrería forjada original y un patio seccionado con un muro de doble altura que colinda con un paso noria. Tanto en la planta baja, como en la alta, se ubican habitaciones que se intercomunican.
Los sistemas constructivos son en su mayoría a base de muros de adobe y techos de viquería con bóveda plana de tabique. La casa ha sufrido modificaciones significativas: una a finales del siglo XIX en donde se adaptaron habitaciones y se refuerzan techos con rieles construyendo una escalera que posteriormente se reubicó. Se construyen también algunos muros de piedra cantera que aun se conservan. En 1996 la casa fue adquirida por el artista plástico Rodolfo Morales; éste fue sin duda un momento histórico, ya que es el primer predio que el artista adquiere para la Fundación Cultural que lleva su nombre, con el proyecto de integrarlo y restaurarlo expresamente para la Galería Arte de Oaxaca.
Los trabajos precedidos por el Arq. Esteban San Juan, siempre cuidados, seguidos y supervisados por Morales, consistieron en la rehabilitación total rescatando espacios para integrarlos al uso especial y único de la galería cuya construcción en arquería nos demuestra su uso.
Se liberaron elementos adosados y agregados falsos y se rescataron arquitecturas originales con base en un estudio de fábricas pasadas. La traza de la casa correspondía a una parte de la casa de la esquina. La solución arquitectónica se dio respetando los espacios y niveles originales. Los trabajos de cantera, herrería y madera se hicieron con artesanos del pueblo natal de Rodolfo Morales, Ocotlán. Se respetaron algunas intervenciones anteriores sobre todo de tabique en el área de planta alta. Rodolfo Morales vio la necesidad de quitar un entrepiso para lograr una doble altura que permitiera el aprovechamiento para exhibir obras monumentales. Asimismo se adaptaron áreas de bodega y embalaje en el tercer nivel sin alterar el entorno.