DE LA MUERTE Y LA
METAMORFOSIS
La etimología latina de la palabra sacrificio significa
“hacer sagradas las cosas”. También “honrarlas”, “entregarlas”. El término en
griego supone “poner a menos distancia”. Semánticamente esa voz, cargada de
negatividad y sufrimiento, de adversidad y rechazo para nosotros los modernos, representa
un vínculo con lo trascendente y lo divino: los dioses están detrás de los
sacrificios, ofrenda de un objeto preciado que se les dirige para buscar su
simpatía y bondad. Su mirada e intercesión, su propiciamiento. Para acercar el
cielo a la tierra.
Toda
cosmología empieza con un sacrificio, el primero de los cuales es el de las
mismas deidades que deben morir para dar lugar al mundo mismo, sea por
desmembramiento, por contracción o por ausencia. De ahí que la poética del
conflicto, orden sacrificial supremo, establezca y determine lo real. La
pregunta filosófica originaria: “¿Por qué hay algo y no más bien nada?”, sólo
puede responderse a partir de esa pérdida/ganancia fundacional: “Por el
sacrificio”. Que además de divino sea humano representa una condición esencial.
En la
cosmovisión de las culturas mesoamericanas el sacrificio se remonta a los mitos
originarios. La mitología azteca cuenta que el Sol y la Luna provienen de la
autoinmolación de dos deidades. Durante el Quinto Sol, aquella última época
cíclica destruida por la invasión española, el nacimiento del astro no derivó en
su movimiento diario y permaneció inmóvil. Cuando los dioses mandaron a un
mensajero para preguntarle por qué no se movía, el Sol exigió que le ofrecieran
su sangre y su reino. Entonces los dioses murieron voluntariamente para que la
Tierra tuviera noches y días.
Así como el
símbolo contiene más de lo que muestra, la abstracción pictórica también.
“Sacrificio humano” de Arthur Miller lo consigue mediante formas alusivas y
geométricas donde radican referencias pulsantes al horror sagrado, a través de colores
emblemáticos desde una elección más allá de la complacencia de los sentidos
para situarse en una epistemología visual que muestra sin mostrar lo que está
enseñando, recurriendo a texturas plásticas que en su sencillez aparente evocan
la complejidad orgánica de una sabiduría plástica y conceptual. O lo mismo de
otro modo: pintura de la pintura a través de veintiún obras cuya sencillez y
parquedad re-velan un estrépito cuasi barroco y rebosante cuando ocurre esa
función primaria del arte que sirve de soporte a la contemplación para que la
conciencia salga de sí y se encuentre con el origen. En este caso, el de la
muerte y la metamorfosis.
“Sacrificio
humano” no es la ilustración de una práctica hoy perturbadora para la
mentalidad occidental (cuyos incesantes sacrificios humanos no responden a un
orden ritual), sino la quintaesencia creativa de un artista plástico y arqueólogo
especialista en las culturas prehispánicas. Culmina décadas de búsqueda y
perseverancia estéticas, de gnosis, estudio y reflexión, cumpliendo una
operación alquímica cual método de toda sustancia espiritualizada: “Disuelve y
Coagula”. Arthur Miller ha disuelto y macerado esta muerte que sostiene la
vida, para coagular lo real maravilloso y trágico en su juego prestidigitador,
complementario de oposiciones. Toda belleza es terrible. Esta lo es.
Fernando Solana Olivares
Arthur Miller nació en Nueva York (EE.UU). Es doctorado en Bellas Artes y Arqueología por Harvard University. Como joven pintor, estudió en Skowhegan School of Painting and Sculpture, donde trabajó con los artistas neoyorkinos Jack Tworkov y Alex Katz, quienes formaron su interés en combinar lo representativo con lo abstracto. Fue merecedor de la beca Fulbright para estudiar pintura en Paris. Como arqueólogo y historiador del arte, sus publicaciones incluyen seis libros sobre las tradiciones prehispánicas de la pintura mural en México. Ganó una beca Guggenheim para estudiar la pintura mural de Teotihuacán, Mèxico.
Miller regresa a la pintura en Oaxaca (México), incorporando pensamiento prehispánico en su obra plástica. Ha tenido varias exposiciones individuales y colectivas en México, EE.UU. y Europa y se han publicado cinco catálogos. Su obra se encuentra en diversas colecciones privadas y públicas en México, los Estados Unidos, España, Francia, Sudán y África del Sur.
Born in New York City, Arthur Miller studied two careers: Studio Painting and Archaeology. He is a Harvard Ph.D. in Fine Arts and Anthropology. As a young painter, Miller studied in the Skowhegan School of Painting and Sculpture, where he worked with the New York artists Jack Tworkov and Alex Katz, forming his interest in combining representation with abstraction. He was awarded a Fulbright Fellowship to study painting in Paris. As an archaeologist and art historian, his publications include six books on the pre-Hispanic painting traditions of Mexico. He won a Guggenheim Fellowship to study mural painting in archaeological site Teotihuacan, located near Mexico City.