EN LA CLÍNICA 28 DEL MISS DE LA COLONIA DEL VALLE, EN LA CIUDAD DE MÉXICO, NACIÓ UNA TARDE DE ENERO DE 1963.
DESDE SIEMPRE EL DIBUJO FUE PARA ELLA UN INSTRUMENTO DE EXPRESIÓN Y CONEXIÓN CON LOS DEMÁS, NIÑOS Y ADULTOS, ASÍ COMO UNA FANTÁSTICA MANERA DE CREARSE UN MUNDO PARALELO Y UNA IDENTIDAD PROPIA.
Aquí también estuvo el mar
Con la exposición “Aquí también estuvo el mar”, Maries Mendiola nos invita a realizar una de las acciones más perseguidas por los artistas plásticos, desde las vanguardias europeas de principios del s. XX hasta nuestros días: que la obra de arte se realice y se complete en la contemplación, en el momento en que el espectador interpreta y entiende la intencionalidad del artista; con esta acción, las vanguardias desplazaron el punto álgido de la experiencia estética, desde la producción del artista (epítome de la creación), a la experiencia del espectador que le da un nuevo sentido ontológico al arte. Es el espectador quien termina la obra, que le da sentido, que llega a los significados que se encuentran más allá de los que ofrece la pura representación, el que cierra el círculo del hecho artístico.
El objeto artístico es necesario para que ocurra esta experiencia estética, es el detonante, es la llamada de atención, el paréntesis del continuo temporal de la vida; además, y al mismo tiempo, es la guía, la compañía, el susurro al oído, la manera de sobrepasar la forma.
Esto es lo que Mendiola nos pone delante; una colección de indicios, una ruta de símbolos anclados en unas formas, una narrativa abierta que se vale del dibujo para anunciarse y para que cedamos un momento de nuestra vida para encontrar lo que Maries quiere decirnos. O acaso lo que no quiere decirnos y que nos invita a encontrar.
Las imágenes mismas son la poesía, son las que nos inducen a un ensueño, las que nos muestran que detrás de esos tentáculos del pulpo-velo está la fuerza de las ideas, la persistencia del deseo sexual, los acechos de la manipulación, los límites de la cordura. Un pez nada en una atmósfera gaseosa. Eso es sólo un enunciado irracional o puramente imaginativo; pero cuando ese pez se introduce en mi memoria y me muestra que se ha convertido en el miedo que siento cuando estoy fuera de mi zona de confort o en la vergüenza que tengo cuando me sobrepasa la presión social exterior, es entonces cuando soy consciente de la invitación que me ha hecho Mendiola.
Ella es una buena anfitriona porque nos dirige por las estancias de su casa para que nos sintamos seguros, atendidos y que las imaginaciones no nos sobrepasen y queramos salir rápidamente de sus dibujos. Al contrario, nos va dirigiendo con cariño, con pequeños detalles con los que nos podemos entretener durante mucho tiempo, observándolos, recorriendo sus superficies a lomo de los trazos lineales que nos confirman las formas, o deslizándonos sobre las aguadas del gouache que nos remite a la doble naturaleza de la imagen, la certeza de la superficie y la certeza de que lo que vemos sólo es una representación.
Los pequeños detalles con los que Mendiola puebla sus dibujos no son accesorios, elementos de decoración. Son parte esencial del ensueño, de la escena mítica, de la acción poética.
Por otro lado, Mendiola utiliza un recurso que parece connatural al dibujo, pero que es más parecido al recurso cinematográfico que algunos directores emplean para señalar un paréntesis en el flujo natural de la película, para dar entrada a la ensoñación. Para acentuar el drama de algunas escenas o para hablar de un momento temporal ya pasado, como una revisión nostálgica de la realidad. El blanco y negro nos indica que hemos salido del flujo de la realidad, que algo fuera de ella se nos muestra y que debemos atenderla especialmente.
El blanco y negro es la señal de que la magia de la representación comienza, esa magia que se aleja de la hiperrealidad digital que nos rodea en todo momento.
Decía que el blanco y negro es connatural al dibujo, pero eso no es cierto del todo. Es posible dibujar con colores y con soportes coloreados. La reducción al blanco y al negro ha sido una solución decidida, con la intención de dirigir toda la fuerza representativa a la forma, a la máxima reducción formal de la forma: a la línea. La línea divide una superficie en dos partes inmediatamente, lo que genera un fondo y una figura unidos por lo que las separa. Una paradoja exquisita que confirmamos con cada trazo de cualquier dibujo. Pero si esta paradoja formal es guiada por una mano sensible, decidida y expresiva, ella nos conduce a la forma significante, a la forma que nos pone enfrente la imagen a través de su representación, lo que nos permite habitarla desde muchos lugares y no sólo desde nuestro reducido habitar real.
Mendiola no usa sólo el blanco y el negro, pero definitivamente sus imágenes están inscritas en la tradición del dibujo y en el de la gráfica. Los fondos de sus escenas son resueltos con gouache acuareleado, lo que acentúa la atmósfera abstracta en la que sus personajes se desenvuelven. Esta atmósfera les otorga un lugar en el espacio y, por lo tanto, peso y solidez. Aunque la ensoñación está presente, eso no impide que sus personajes y sus entornos tengan presencia, robustez y definición. El intercambio del fondo con la figura, que se produce porque la línea que separa es al mismo tiempo la línea que define el espacio, otorga a las soluciones gráficas un dinamismo interno que nos impele a recorrer toda la imagen, recorrido que genera una narración subjetiva y personal y que encuentra asideros en las formas representadas.
Una mención especial al mundo animal presente y protagonista de muchas escenas creadas por Mendiola. Pareciera que su intención es similar a la construcción de las fábulas de Esopo, pero no es así. Esopo, cambiaba humanos por animales para exponer juicios morales y formas correctas e incorrectas de actuar. Mendiola usa a los animales para significar nuestro interior que se dirige hacia el exterior. Hace una introspección para aceptar que somos parte de este mundo, al igual que los animales, que somos también parte de ese reino animal, que nunca nos ha abandonado, que nuestro destino es el de nuestros compañeros de viaje, que en ellos podemos reconocer esencialidades básicas compartidas, que nuestro mundo terminará cuando se termine el suyo. Esta simbiosis no sólo es anecdótica sino es una relación profunda, tanto que símbolos ancestrales y contemporáneos se llenan de representaciones de animales.
Sin embargo, estamos construyendo un mundo paralelo, al margen de nuestros compañeros de viaje, los animales, como si eso fuese posible. Su suerte es nuestra suerte y como una serie de premoniciones, Maries Mendiola nos indica que sólo la salvación será posible cuando nos comportemos como ellos.
Dr. Carlos M. Barragán
Prof. de la Facultad de Bellas Artes de Valencia
Valencia , España, enero 2025.