Tacos, tamales y chiles rellenos libran una guerra brutal contra sandwiches, hamburguesas y hot dogs, en el taller de Francisco Verástegui.
Armado con pinturas, grabados y caricaturas, Verástegui quiere cambiar al mundo, o al menos la forma de pensar de algunos. Injusticia, opresión, guerra, pobreza, contaminación; tantas cosas contra las que se debe luchar...Pero Verástegui no se da por vencido. Y no es broma. En un grabado que Francisco toma de una gran pila de papeles, se ve como un sonriente chile relleno mexicano hiere sin clemencia con un tenedor a una gorda salchicha dentro de un hot dog.
"Aún creo que las cosas pueden ser diferentes y es un deber luchar por mejorar”, afirma en voz alta, en su estudio en San Felipe del Agua, al norte de la ciudad de Oaxaca, librando guerras en diversos frentes con su variado arsenal- grabados, pinturas, dibujos, objetos reciclados, etc.-con un asombroso número de técnicas y estilos- abstracto o figurativo, cubista o impresionista, clásico o alegórico. Verástegui tiene décadas de experiencias contestatarias. Desde que recuerda se ha encontrado en un constante estado de cuestionamiento y rebelión. Nació en una familia rica, poderosa y fervientemente católica, formada por terratenientes, empresarios, militares y políticos. Cuando era un adolescente, en los años sesentas del siglo veinte, enfrentó en la mesa familiar lo que la juventud de todo el mundo cuestionaba y contra lo que se estaban rebelando. Por supuesto, él se unió a la rebelión. Sus deseos revolucionarios y libertarios se vieron abruptamente posibilitados cuando un extraño accidente automovilístico, con tufo de atentado, termino con la vida de su padre, su madre y un hermano, dejando gravemente heridas a sus dos hermanas menores y a otro hermano de apenas dos años de edad. Francisco, quien solo tenía entonces dieciséis años, recuerda que de pronto, por encima del dolor espiritual, se sintió abruptamente libre.
La familia, principalmente su abuela, se encargó inmediatamente de proteger al joven huérfano, proporcionándole dinero para sus estudios y manteniendo sus casas, una en la colonia Condesa, en la ciudad de México y otra en San Miguel Allende, Gto., mientras cuidaban a las hermanas heridas en el Hospital Militar y atendían al pequeño hermanito, quien aunque no resultó herido físicamente, si sufrió un grave daño emocional.
Francisco se fué a estudiar el 10o de High School en SanDiego Cal., donde pasó una intensa temporada, asistiendo a conciertos fabulosos (Led Zeppelin, Sttepen Wolf, Johnny & Edgar Winter, etc.), probando drogas y participando en acciones contra la guerra de Vietnam, Leyendo a Ferlinghetti, Kerouac, Aldous Huxley. Regresó a México, donde terminó la preparatoria en un colegio en el Desierto de los Leones. La situación permitió a Francisco pasar mucho tiempo con su primo mayor favorito, Jorge, el renegado de la familia, practicante de artes marciales, lector de Nietzche y Baudelaire, quien disfrutaba pelear, amaba a las prostitutas, jugaba, apostaba, frecuentaba el hipódromo y a veces hacía negocios oscuros.
Para Francisco los estudios pronto pasaron a segundo término, El intenso y deslumbrante mundo de su primo, junto con el arte (que siempre le interesó), con su alta dosis de contradicción, llenaron su extraña existencia. Un día Verástegui visitó un sitio que le llamaba mucho la atención, llamado El Polyforum, edificio escultura-pintura construido por el renombrado muralista David Alfaro Siqueiros, quien estaba terminando dicha obra. Ahí por azares del destino, se encontró de pronto frente a frente con el Gran Maestro, que simpatizó con él cuando le mostró algunos dibujos y después de una corta plática sobre arte y lucha de clases, que concluyó con la frase "El Arte es un arma poderosa para luchar contra la injusticia", el Maestro le regaló un pincel, mismo que Francisco ha atesorado hasta hoy. Esa fue la primera vez que sintió que realmente tenía posibilidades y derecho a ser un pintor. Para entonces, ya se consideraba un liberal, anarquista, pacifista, humanista, y otras cosas terminadas en esas tres letras.
A fines de los años setentas, luego de que su primo fue asesinado, presumiblemente por la mafia, Verástegui tuvo una segunda epifanía artística. En Venezuela, país donde se había ido a refugiar después del asesinato de su primo, luego de dilapidar su herencia y romper con la familia, nuevamente por azares del destino, la Guardia Nacional le solicitó pintar un mural en honor a Simón Bolívar, el reverenciado héroe de la Independencia de Sur América. Esa fue su primera comisión oficial. Logró concluir con éxito la obra y fue la primera vez que disfrutó las mieles del reconocimiento público. Sin una educación artística formal, Francisco devoraba libros y experimentaba diferentes técnicas y estilos, desde clásico hasta caricaturas, desde expresiones con colores puros planos y vibrantes, con fuertes contrastes sin matices, hasta meticulosos grabados con claroscuro en blanco y negro. Como resultado, su obra es sorprendentemente ecléctica y para su satisfacción, es imposible de categorizar. "No tengo límites de estilo o técnica", clama Verástegui con voz firme " No quiero ser etiquetado, estoy contra las leyes del mercado, para estar en el mercado debes tener un estilo definitivo, yo no lo tengo". "Soy un ilustrador de la Historia" afirma. Y entre la multitud de géneros artísticos que llenan su estudio, la Historia puede elegir cual retrata mejor su lado oscuro.
De hecho, temas recurrentes como las malas políticas y el absurdo en la naturaleza humana conectan frecuentemente en su prolífico trabajo, ya sea en la forma de Bart Simpson, Batman, Popeye o Mickey Mouse sonrientes sobre Bagdad bombardeado, como en la hermosa serie sobre la Historia de México, realizada cuidadosamente al estilo clásico del muralismo mexicano, así como en los bocetos al carbón sobre niños armados o amputados por causa de las guerras, o en las caricaturas políticas, o bien en los grabados cómicos, realizados en forma clásica al aguafuerte, sobre la lucha de la comida tradicional mexicana contra la comida rápida estadounidense. Aún en los grandes y poderosos abstractos puede uno distinguir la sombra de aviones cazas F-22 o de algún bombardero B -52.
Algunas veces, sin embargo, Francisco Verástegui también pinta sobre el amor, como en al cuadro titulado "La vida en rosa", donde un hombre y una mujer brindan enamorados, ajenos al peligro, en medio de una caótica y sangrienta pelea de cantina. Otra serie sobre la arquitectura universal reinterpreta efectivamente las formas de los más grandes e importantes edificios del planeta. "Me encanta la arquitectura monumental, estos edificios son símbolo del poder económico y político del mundo, ejemplos claros de algunos interesantes aspectos oscuros de la naturaleza humana, como son la soberbia, la envidia o la avaricia, junto con aspectos tan positivos y hermosos como la física, la ingeniería, la arquitectura y otras Ciencias y Artes Al hablar sobre su caótico pasado (aspectos que prefiere no mencionar), parece desencantado y hasta arrepentido, no se siente orgulloso de lo que llama su pretérito imperfecto". Francisco Verástegui ha vivido en Oaxaca varias décadas.
También ha viajado por algunas partes del mundo, recibiendo honores y algún dinero gracias a su obra, por ejemplo, ha expuesto en la Cité Universitaire Internationale de París, donde presentó con éxito su Gráphika Entrópika, o en Nueva York, donde en el Brecht Forum presentó la muestra Signs of the Times, de la que Noam Chomsky afirmó que "constituye "un diálogo entre el humor y la conciencia". Ha recibido, entre otros, el Premio Colibrí de planeta . com por su mapa de Árboles Históricos y Notables de Oaxaca. Además la UNESCO reconoce su labor como luchador apasionado por un medio ambiente saludable y mejor en el mundo, presentando su libro Árboles Emblemáticos de Oaxaca, Patrimonio Vivo de la Humanidad en el XII Congreso de Ciudades Patrimonio. Ahora parece aspirar a una existencia tranquila y pacifica, motivado por un hermoso terreno con muchos árboles y un manantial de excelente agua, a 15 minutos del Centro Histórico de la ciudad, que logró comprar después de vivir en un monasterio restaurando un gran retablo, que le fue pagado generosamente. "Dios y la Virgen de Guadalupe me dieron mi terreno, debo corresponder portándome bien" afirma. Posiblemente, en el fondo, quisiera mostrar a su familia y demás seres queridos que ya no es el tipo desubicado e irresponsable que alguna vez fue. Para el artista autodidacta y hombre hecho por si mismo, no importa cuan rebelde fuera , cuantas exposiciones haya presentado o cuantos premios ha recibido, el reconocimiento y la reconciliación con su gente son preciosos y bienvenidos. Aunque nunca deja de ser combativo y contestario, se muestra más sereno y prudente. Ahora dedica toda su energía y su obra a luchar en favor de un medio ambiente saludable, con respeto al Ser Humano y a Naturaleza.
Julie Pecheur