Originario de Pinotepa de Don Luis, Olegario Hernández cuenta
entre los surcos de su obra, una historia de superación que desde muy pequeño
lo movió a aprender la talla de la jícara, un fruto proveniente del árbol del
mismo nombre que crece en la Costa oaxaqueña.
Según el propio Olegario, fue años más tarde que decidido a
perfeccionar su técnica, estudió Artes Plásticas en Guadalajara, ciudad donde
encuentra un benefactor a quien conoce mientras se ganaba la vida vendiendo en
plazas y jardines, las jícaras labradas que había aprendido hacer desde
pequeño.
Al término de sus estudios y aún con la inquietud de rescatar el
oficio de la talla de la jícara, regresa a su comunidad donde debió enfrentar
el celo de los labradores más grandes, quienes se empeñaban en guardar los
secretos de este arte y aseguraban su extinción.
Han sido años de paciencia y trabajo, sin embargo, a la fecha ha
logrado no sólo restablecer este arte como un oficio en Don Luis, sino también
ha constituido un taller donde personas de otras comunidades pueden aprender la
talla y asegurar un modo de vida para ellos y su familia.
Aunado a ello y derivado de las ganancias de este taller, logró
la adquisición de un área importante de terreno donde ya se siembra el árbol de
la jícara a fin de asegurar la provisión de material para los artesanos.