Rogelio Henestrosa Matus, diseñador gráfico de profesión, cuando niño
vivió rodeado del mágico ambiente natural de la verde campiña de su natal San
Francisco Ixhuatán, Oaxaca.
Cálida tierra que le permitió nadar en el río Ostuta y empezar la
historia inolvidable que se refleja en cada una de sus obras, siempre inspirado
en el olor salobre del mar; en los peces y garzas que perseguía descalzo sobre
la arena y las trenzadas raíces de los manglares que le servían de trampolín
para saltar al agua; en las iguanas verdes y el negro y resbaloso pez “vieja”
que agarraba en el río, y según la mitología zapoteca de los lugareños,
representaba a la mujer y a sus entrañas –muy perseguido por los hombres— porque
su carne blanca y deliciosa poseía propiedades afrodisíacas; en el calofrío que
recorría su cuerpo cuando las señoras que lavaban ropa le advertían de la
presencia de lagartos en las pozas y en la historia que su abuelo materno le
contó sobre uno de estos saurios que cazó con su escopeta en un estero de la costa;
en las vivencias con sus primos cuando le daban de comer a los pequeños
cocodrilos que aquellos criaban en un estanque en el patio de su casa o en la
misteriosa y audaz vida del tlacuache y su semejanza con los hábitos –casi
humanos— al comer, al sostener su alimento con las manos, al embriagarse con
jugo de palma como el hombre y en la forma tan curiosa de hacer el amor.